martes, 4 de octubre de 2022

Oggie Boggie

El aire de octubre me alegra los huesos. Las calabazas, el olor a canela y los murciélagos siempre me recuerdan al lugar al que pertenezco. De pronto veo tu espíritu en alquien que camina mirándose con disimulo en el reflejo del cristal de un antiguo casino. Irremediablemente me invaden memorias de una pesadilla que ocurrió el día antes de Navidad de hace unos cuantos años.

A pesar de lo que aconteció en ese grandioso día, cuando te pienso intento centrarme solo en los buenos momentos: infancia, reencuentro, miradas cómplices ante un chiste que solo nosotras entendíamos, planes de futuros Halloweens que nunca llegarían y juegos de dados que nos entretenían entre palomitas y algo de alcohol. Pero la historia que voy a contar hoy es la de cómo me era imposible prestarle atención a las serpientes que asomaban de vez en cuando por tu boca al hablar. Era la plena confianza que se tiene solo con un verdadera amiga lo que me impidió sospechar de las pequeñas cucarachas que a veces aparecían en tu presencia. No te puedes ni imaginar la de veces que justifiqué ante otros el tufo de tu hedor por creer en esa falsa sonrisa cosida.


Fortuna en la lotería de las personas, apuesto sobre seguro y nunca me habían roto el corazón. Porque siempre recelo, no me gusta arriesgar y tengo una gran intuición. Lamentablemente esa vez miré hacia otro lado a pesar de las innumerables señales de alerta, supongo que por la presunción de inocencia que te concedía haber estado tantos años en mi vida. ¡Joder! con tus millones de trucos y trampas casi ganas la partida, el incendio abrasador estuvo a punto de carbonizarme porque me hiciste creer un simple espantapájaros bajo las llamas. Suerte que a tiempo recordé que yo era el auténtico Rey calabaza, que ya estaba muerta y que por mucho que aborreciese mi mundo, en él tú jamás me ganarías.

Cuando terminó tu macabra actuación final te descosiste como Oogie boggie dejando ver todo ese horrible interior lleno de mierda del que estabas formada. Incluso algunos de tus bichos intentaron trepar por mí e infestarme también, pero yo tenía una recién recuperada confianza en quién era, que actuó como un buen insecticida. He matado a los supervivientes de tu rotura y también fumigué sobre los huevos que en mi vida hubiesen podido dejar. Mis huesos están totalmente limpios y tengo claro que aquí solo hay sitio para una reina del mal.

Supe, tiempo después, que Lock, Shock y Barrel te abandonaron también. Es lo que tiene ser un saco de gusanos, que al final eso no se puede ocultar. Solo espero que tú y tu fiel sombra hayáis podido cambiar. En el mundo hay lugar para ambas: tú vuelve al oscuro agujero bajo el árbol al que te hice desterrar y a mí déjame reinar tranquila sobre mi propia ciudad.

 

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