Acaricio con un dedo tartamudo
tus labios,
ahí dónde lacro mi beso derretido.
Al contacto con tu boca
el amor se solidifica y endurece,
sellándonos de forma permanente.
Veo llover tu mirada oscura,
sudando dicha.
Y, por un resquicio
entre esos mechones tornasolados
preferidos del viento,
se filtra, con ahínco, la calma.